Pocos regiones y culturas han sido tan exotizadas por las democracias liberales y sus mañosas agendas "multiculturales" como Brasil; aquel lugar que al mismo tiempo es el país con el tercer puesto en cuanto al numero de afrodescendientes fuera de Africa, es por otro lado uno de los enclaves mundiales con respecto a políticas de brancamiento (blanqueamiento), bajo las cuales el estado literalmente facilitó la importación de blancos europeos mayoritariamente de Alemania, Portugal, España e Italia con la finalidad de diluir en primera instancia y posteriormente exterminar en medida de lo posible la experiencia negra en ese país mediante este ejercicio de mestizaje violento e inducido. El impacto de estos procesos coloniales de animalización y sometimiento es brutal y golpea poderosamente la dinámica social, económica, cultural, espiritual y evidentemente política en el Brasil de hoy en día.
A pesar de que el movimiento negro brasileño como entidad militante políticamente lleva años de lucha y conquistas en diferentes niveles, el racismo sistémico sigue siendo un problema estructural y tangible en todas sus dimensiones. Los referentes ideológicos y estéticos de la intelectualidad brasileña blanca de elite siguen estacionados en Paris y en aquellas latitudes vecinas, generando una estructuración normativa y hegemónica de periferización de los cuerpos prietos bajo todos los ángulos de análisis.
Para todo sujeto colonial, el falso sentido de inclusión a los proyectos del estado-nación es el vehículo mas efectivo de opresión.
La bohemia blanca universitaria sigue gozando al gentrificar los arcos de Lapa en Rio de Janeiro al ritmo de Zeca Pagodinho, mientras cura su resaca al regresar a su refugio cada madrugada en el barrio de Santa Teresa donde el privilegio historico de raza y clase se juntan con los procesos de culturización blancos, iluminando una comunidad que gusta rodearse de la sazón de la favela pero en el comfort de una "austeridad con la vida resuelta".
Descalzo y en bondinho. Seguro es un blanquito pendejo y rico, eso me lo enseño Pedro Pietri.
Bien por Emicida, quien de algún modo arriesga su enorme visibilidad mediatica y todas sus redes de trabajo al exponer un Brasil del que pocos quieren hablar.
Boa Esperança.