Descentralizar las narrativas que inundan las pantallas de cine no es simple cuando la industria cultural, fílmica, así como la inmensa mayoría de procesos curatoriales, responden a los mismos criterios de legitimación; los bordes de la blanquitud y su imaginario, en donde la mas ingenua middle age crisis de una pareja en Estocolmo o los cuestionamientos políticos de una acaudalada mujer judía progresista en Nueva York con respecto a sus padres sionistas son declaradas como historias de interés universal en automático.
Ixcanul es la antítesis a esa formula.
Ixcanul esta hablada en Kaqchikel, con una mujer Maya al frente y con un reparto de actores mayoritariamente “no profesiónales”.
Ixcanul no busca saciar (al menos en esencia) los violentos ejercicios coloniales y paternalistas de la antropología social hegemónica.
Evidentemente no podemos hablar en nombre de Jayro Bustamante; el director, especialmente en torno a su posicionamiento con respecto a políticas raciales y relaciones coloniales que claramente son expuestas en la película, pero considerando la premisa de que el impacto mas relevante del arte radica en su utilidad dentro del contexto colectivo, mucho mas allá de las necesidades creativas primarias del artista, Ixcanul cumple con su rol, descolonizando la producción cultural y su consumo.
La co-optación por parte de los liberales y la exotización del cuerpo del oprimido como espectáculo en las galas y ceremonias de premiación son otra historia, otro cuento, motivo de otra discusión.
De momento, Ixcanul resuelve airosa el primer capítulo en esta larga enciclopedia de colonialidades.